Extrañarte en cada verso, recordarte en cada suspiro, evocarte con cada latido de mi corazon. Sí, porque aunque tu ausencia se hizo eterna y tu regreso un imposible, mi corazón siguió latiendo aunque queriendo detenerse.
Y entonces, mi muy preciado y mayor activo, la razón, me contó que solo era costumbre y que superarte era cuestion de tiempo.
No sabía si al dia siguiente, el día después de ese o en un mes, miraría hacia atrás y sonreiría. Si recordaría que hubo días que no cambiaría ni por un asiento en la primera fila de ese gran teatro que pienso que es el cielo.
Y te recordé, ya no con la esperanza de que volvieras, sino con la felicidad de no sentir nada. Con la satisfacción de haberte tenido, con el orgullo de no haberte llorado.