El último post
que escribí en este espacio fue hace unos meses y se trataba de que las cosas
pasan cuando tienen que pasar pero como el resultado de los esfuerzos que son
necesarios para que se vuelvan realidad. Después de ahí, muchas cosas han
pasado pero no había encontrado el momento de sentarme a escribir, quizás por
falta de motivación, de inspiración, tiempo o tal vez por mil excusas que pueda
inventar rápidamente para alargar sin sentido el párrafo, hasta convencerlos de la que yo entendiera que era la justificación
ideal. Pero hoy fue diferente…
Me desperté con
el saludo de una de mis personas favoritas en el mundo, alguien que sin importar
qué, encuentra el lado bueno de las cosas; camino al trabajo vi mi trayecto más bello, sentía
que mi sonrisa tenía una chispa especial. El día transcurrió sin novedades y en
un momento de la tarde me anoté en un listado para ir a ver la conferencia de Maickel
Melamed en Santo Domingo. Camino a mi casa volví a tener esos pensamientos
sobre lo afortunada que soy por poder presenciar un atardecer tan lindo y poder
transitar al ladito del mar. Afortunada porque tengo trabajo y de allí venía,
porque tengo una casa a la que llegar y en la que me esperaban mis fieles compañeritos
de travesía (Alicia y Diego), porque aunque muy lejos de ser perfecta o
funcional, tengo familia; porque tengo amigos y gente muy especial en mi vida que
hacen que lo ordinario sea extraordinario. Afortunada, porque teniendo más de
diez razones para sentarme a llorar en una esquina y declararme incompetente en
este instante, sonrío sinceramente todos los días y sacando cuentas rapidito
puedo decir que todos los días soy feliz, no durante todo el día, pero si
muchas veces cada día.
Llegué a la casa
y completé mi rutina de paseo canino, y me puse a pensar en lo agotada que me sentía
y que tal vez debía no ir a la conferencia y ceder mi espacio, porque después de
todo cuando el cuerpo pide descanso es porque posiblemente lo necesita de
verdad. Pero bueno, la cosa es que hice el compromiso y “ya tenía que ir”.
Yo había leído en
una ocasión un poquito de la biografía de Maickel y sí, me impresioné porque la
sola idea de que una persona con distrofia muscular decida recorrer no uno,
sino cinco maratones (42.195kms), me parece asombroso especialmente porque yo,
que posiblemente pueda desarrollar la capacidad de hacerlo no quiero hacerlo,
NUNCA. Pero la verdad es que su historia no se fijó en mi mente ni tampoco
puedo decir que lo que rápidamente leí de su historia marcó mi vida. Pero
escucharlo hablar y verlo tan enérgico, fue otra cosa. A Maickel le dijeron que
no a muchas cosas, incluso desde su nacimiento ni se esperaba que viviera tanto como hasta hoy y de eso se
trata su historia, de la manera en cómo ha transformado en herramientas de superación
las probabilidades tan altas de fracaso.
Tomé muchas
notas y no pude evitar conmoverme porque estar allí no fue casualidad, como
dije en el post aquel, todo pasa en su momento y con el justo esfuerzo. Y de
tantas cosas que escribí ahora identifico una expresión que para mí es la base
para recorrer satisfactoriamente este camino que es la vida: “No es lo que
tienes, sino lo que haces con lo que tienes”.
Siempre, siempre, siempre habrá obstáculos, para todo y en todo,
pero buscar, encontrar y/o crear alternativas es el derecho y el deber de todo
individuo. No es hacer que las cosas pasen y funcionen porque sí, sino porque acercan
a alcanzar objetivos que a veces o muchas veces trascienden el propio bienestar.
Es tomar provecho de las situaciones adversas, tomar ventaja de ellas y aprender
de los tropiezos para responder de una manera más efectiva a situaciones
similares. Algo así como que si del cielo te caen limones, aprender que puedes
hacer una limonada, aderezar una ensalada, limpiar plata, etc., porque si de una forma no funciona, entonces deben haber otras formas u otras cosas que sí.
Haber guardado mi agotamiento me fue muy útil, porque hace días necesitaba recordar que sin importar la naturaleza de las cosas,
buenas/no tan buenas/nada buenas, la responsable de transformarlas en
buenas/muy buenas/extraordinarias no es otra persona, sino yo misma. Recordar
que si uno no está bien, no puede ni podrá jamás ayudar a otros a estarlo, que
no se puede hacer a nadie feliz si uno no es feliz de antemano, que para querer
a otros hay que aprender primero a quererse uno mismo, que para recibir
sonrisas de conocidos y extraños uno tiene que sonreír.
Necesitaba recordar que tener que hacer algo y hacerlo, aceptar las
situaciones como son y no cuestionar si pueden ser distintas, despertarse
vencido porque las circunstancias no apuntan a más que eso, no debe ser y no es
la única opción. Tiene que haber algo más que la obligación o el automatismo
para estar vivos y vivir, tiene que haber sentido.
Hoy me ayudaron a recordar que no solo debe haber, sino que hay más, algo que viene de adentro, algo que viene del corazón.