jueves, agosto 26, 2010

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Estoy sentada en mi casa, acompañada de mi dulce Alicia que no para de jugar, y yo hoy no paro de pensar en el otro día que me levanté de mal humor, fui a trabajar más irritable que lo usual y de repente vino la gran tristeza. Usualmente soy el soporte, quien le dice a los demás que Dios no nos da nada que no podamos soportar, la que trata de ayudar a los demás a encontrar soluciones, pero ese día, supe que aunque quiera no puedo ayudar a todos, pero que sí debo estar para quienes me lo soliciten.

El se fue, decidió irse, y me afectó tanto que ni sabía a quién llamar y decirle, no sabía como. Y es que esta es la segunda vez que alguien cercano a mi decide irse, y yo he estado lejos, y todavía hoy siento mucho su partida. Que tristeza que la desesperación y la  a veces sea tanta que no nos deja ni desahogarnos con nadie y nos haga tomar decisiones extremas... Que triste.

No sé si habría sido diferente de haber estado cerca, pero eso nadie lo sabrá nunca. A nosotros, todos los que le recordaremos con mucho cariño, solo nos queda aceptar las vueltas de la vida y superarlo, tratar de mantener la cordura y sobre todo tratar de encontrar soluciones.

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