28 Septiembre 2009, 12:59 PM
Cápsulas
Escrito por: Álvaro Arvelo hijo
(información@elnacional.com)
No puede haber nada más importante que el derecho a la vida, porque la integridad física es la base del amplio ordenamiento biológico de la existencia, ya que la razón de todo lo que existe es seguir existiendo, el máximo de los principios filosóficos.
Por lo tanto, debemos luchar por mantenernos vivos y procurar que las demás especies, de las órdenes diversos, puedan tener la misma respuesta orgánica.
En consecuencia, y a propósito de lo que hoy algunos pregonan acerca de la importancia clave del derecho a la vida, es bueno recordarles que ese derecho a la vida tiene muchas vertientes, muchas aristas, muchas manifestaciones que es bueno tener presente.
Por ejemplo, el derecho a la vida es también oponerse a que en la República Dominicana (para no ir más lejos) tengamos 400 mil niños trabajando en condiciones de esclavos, en lugar de estar estudiando.
El derecho a la vida es también preocuparse por los cientos de miles de dominicanos (¿millones?) que todas las noches, o la mayoría de ellas se acuestan con hambre y sin saber si podrán desayunar.
El derecho a la vida es rescatar miles de niñas que se prostituyen por falta de protección de una sociedad injusta, cruel, discriminatoria, excluyente, abusiva, represiva y carente del menor sentimiento cristiano.
El derecho a la vida es el drama de los campesinos sin tierras, los obreros sin empleos, los profesionales sin oportunidades de superarse, los que apenas llegan al subempleo, los que abandonan el país por falta de recursos.
El derecho a la vida lo tienen también los cientos de miles de pordioseros que pululan por todas partes en busca de la migaja ajena, de la limosna, de la “generosidad” del que les tira un chele o del que les regala un madrugo de pan.
Los que tanto se preocupan por el derecho a la vida, deben haber algo por los enfermos sin medicinas, por los inválidos sin protección, por los ancianos desvalidos, por los niños drogadictos, por los embarazos forzados, por las miles de mujeres pobres que mueren forzando un parto por ellas mismas o practicado por carniceros.
Es cierto que el derecho a la vida es lo más sagrado, pero es un derecho de todos, un derecho que tienen varias direcciones, un derecho fuera del elitismo y los criterios retrógrados, anacrónicos, jurídicos, inquisidores, anticientíficos, medalaganarios y de doble moral.
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