viernes, febrero 01, 2008

De mi consultorio...


Hace unos días estuve hablando con una amiga que no se sentía bien, según me dijo, entendía que algo en ella no estaba bien. Al igual que yo, ella está casada, aunque ha permanecido así por muchísimo más tiempo del que llevo yo con el esposo, no tiene hijos y la relación con su pareja es ‘normal’.

Según ella, atraviesa momentos de ansiedad porque quisiera ser libre de hacer cuantas cosas quisiera o le pasaran por la cabeza, que ha llegado hasta a planear encuentros clandestinos con personas, que por cualquier razón a última hora se suspenden. Ella intuye que son señales, que son intervenciones divinas, para detenerla sin darle un golpe, que una especie de ángel la cuida, porque si uno de estos encuentros aun cuando no llegasen a concretarse se descubriera, su vida daría un giro de 180º y por consiguiente perdería su matrimonio, su familia, aquello que ha construido con los años.

Eso me lo dijo con lágrimas en los ojos, y yo no supe que decir. No supe que hacer porque es más fácil emitir un juicio cuando sabes que no corres el riesgo de estar ahí, cuando no tienes la posibilidad ni por equivocación de estar en su posición; y sin embargo, yo que no estoy en esa posición, me pregunto que haría si el esposo llegara a sentirse así, o si alguna vez yo misma llegara a sentirme parte de ese agujero, ¿qué pasaría?

Luego de un profundo suspiro, solo me llegó a la mente que desafortunadamente somos humanos, y que aunque en concepto no necesariamente son parecidos, solemos confundir la plenitud con la conformidad y la costumbre, en esos momentos en que nos sentimos seguros de nosotros mismos y de la pareja, a veces podemos no saber si nos sentimos seguros porque nos sentimos plenos o porque decidimos conformarnos con la relación que tenemos, que nos acostumbramos a que las cosas sean de alguna manera, y que cuando aunque sea el pasado, te recuerda que puede ser mejor, creemos que nuestro presente no mejorará y que la respuesta está en un futuro con un acompañante diferente.

Por mi propia inestabilidad conductual quizás, he vivido casi siempre tratando de entender las razones por las que las personas se comportan de determinadas formas en situaciones específicas. Hace algún tiempo solía decir, que los hombres y las mujeres adúlter@s no necesariamente lo hacían porque ya no amasen a su pareja, sino porque de una manera no ortodoxa se veían obligad@s a apreciar y desear a esa persona con quien compartían sus vidas. No es que haya dejado de creer en esa ‘teoría’, pero aterra pensar que por estar viva podría dejar de ser espectadora para ser actriz de esa obra, ya fuere como protagonista o antagonista.

Mi amiga no pudo más que seguir llorando, liberando su pena, dejando ir su dolor. Hoy hablamos, me dijo que está más tranquila y que ha reflexionado mucho en estos días. Que está encontrando poco a poco aquellas cosas de su pareja, que ella había ignorado/escondido y que tiene mucha fe en que las cosas van a mejorar.

Un amigo muy valioso me dijo hace muchos años que Dios no abandona a sus hijos, mami solía decir que Dios aprieta pero no ahorca, y yo creo que es cierto, que esas son pruebas de resistencia que hay que superar para seguir vigentes en el juego de la vida.

2 comentarios:

Jenniffer G. dijo...

Con este escrito, he llegado a creer que a muchos matrimonios les ha llegado a pasar eso. Solo que unos son mas fuertes, como lo ha sido tu amiga y ha recapacitado a tiempo.
Pero suele ser dificil,me lo imagino. Ya que muchos han mordido el anzuelo.

Dashy dijo...

nunca juzgar a un libro por su tapa!