miércoles, enero 09, 2008

La Señora J.

Hay en alguna parte del mundo, una señora ya madurita, que en términos generales su contextura física podríamos decir que es aceptable, sin embargo, llega al límite de la ridiculez. Con su pantalón ajustado, y una pretina que le saca hasta los rollitos (chichos) que no se han formado alrededor de su casi imperceptible cintura y sus blusitas ajustadas que dejan ver sin lugar a dudas aquella barriga que probablemente sea producto de la edad. Con su pelo siempre arreglado, y no necesariamente maquillada, a pesar de sus intentos no puede ocultar los signos del inevitable paso de los años.

Lo que me llama la atención es su constante necesidad de dejar claro que ella es joven, que tiene hijos y que ha vivido tantas cosas, sin embargo, no puede borrar de sí, las huellas del sufrimiento, que deja ver con su comportamiento irascible y desmesurado, con sus inexistentes modales y el escaso respeto por los demás, y por demás incoherencia de sus palabras y acciones.

Traigo el caso de la señora al reino, porque ella sea de mi agrado sino por el siguiente relato...

Por algunas razones familiares el señor A. no es del agrado de la Sra. J, y ella durante años, años y más años ha manifestado ese sentimiento de disgusto y rechazo, a tal punto de que sin importar quién esté presente dice hasta malas palabras del señor A.

Por su parte, el señor A. es bastante comedido, no es el tipo de persona que anda vociferando por ahí sus sentimientos íntimos respecto a él mismo u otra persona, es bastante educado, inteligente, mucho más instruido y hábil que la señora J, y sus ‘galletas sin manos’ suele darlas de la siguiente manera:

Hace algún tiempo, no mucho, la señora J. obtuvo un trabajo que amablemente le proveyó nada más y nada menos que el señor A. y al menos hizo el intento de emplear a uno de los hijos de la señora J.

A pesar de esto, la señora no deja de hablar mal del señor, y no se acuerda del favor que le ha hecho él a ella. A mi me parece más bien que ella es un tanto desagradecida. Cómo se supone, que al hombre del cual hablas tan mal, le ruegues por trabajo, él olvidándose de las cosas que ella ha dicho y hecho en su contra, le hizo esa concesión porque entiende que ella lo necesitaba, y ella muy lejos de cesar o de calmar las aguas, lo que sigue es revolviendo más la m….

O sea amiga! No es que le bese los pies tampoco hay que irse al extremo dado el antecedente que existe, pero por lo menos cállese su boca! ¿Es ese el ejemplo que le va a dar a sus hijos, hablar mal de la gente, e irle a rogar por cosas?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una de dos, o estas contando una historia de la vida real... o tienes una forma muy acertada de contar los relatos.

El Reino Mágico de Reina Abeja dijo...

Hola simone, gracias por leerme y comentarme. Te cuento que si es una historia de la vida real, que trate de hacer lo mas acertada posible manteniendo el anonimato de los protagonistas :)